LA UNIVERSIDAD EN EL SIGLO XXI
 

 

Una de las características de la universidad en el siglo XXI, es la recomposición de su papel actual en la sociedad. Ésta será más promisoria, si se produce como parte de la comprensión, del análisis, y de las propuestas y consensos académicos, sobre su rol y objetivos en el actual mundo globalizado.

Uno de los desafíos mundiales que se presentan para la educación superior en este siglo, es el hecho de su comercialización, proceso por el cual se le considera cada vez más un producto que se puede comprar y vender, como cualquier otra mercancía. Hoy en día, la Organización Mundial del Comercio (OMC) está cavilando una serie de licitaciones, para incluir la educación superior como uno de sus rubros, asegurándose de que la importación y la exportación de ésta, se conforme a las complejas reglas y a los acuerdos legales de protocolo de la OMC.

En los países en vías de desarrollo, una vez que las universidades se integraran a un mercado académico internacional regulado por la OMC, y sujetas a una falta de capacidad de los gobiernos de brindar una formación universitaria, serían abatidas por instituciones y programas trasnacionales inmersos en las leyes del mercado global, dirigidos a la ganancia económica como beneficio, pero no a contribuir al desarrollo nacional.

Este contexto, tendría un impacto negativo en países como México, donde se necesita de instituciones académicas que contribuyan al desarrollo del país, que produzcan investigación relevante a las necesidades locales, y que participen en la consolidación de la sociedad civil.

Para afrontar estos retos, la educación superior, necesita considerar la aplicación de nuevos (viejos) conceptos asignados a la universidad, como es el de la formación de ciudadanos.

En nuestro país, resulta difícil imaginar una universidad vinculada, en forma directa, a los procesos políticos y económicos del país, es decir, ligada claramente a los proyectos alternativos de carácter social, económico y político de una sociedad civil activa.

Una sociedad civil robusta necesita de ciudadanos, no sólo de productores y consumidores de bienes. Sin aquéllos, no puede profundizarse la democracia, y una sociedad sin verdaderos ciudadanos, es más vulnerable.

La educación es uno de los mejores instrumentos con los que se cuenta para producir cambios en la sociedad, reales y con proyección en el tiempo, y es posible habilitando a nuevas generaciones de ciudadanos en otros valores y perspectivas de la realidad.

Las instituciones de formación universitaria, deben convertirse en verdaderos centros de producción del saber para el desarrollo de la sociedad. Esto implica una serie de cambios en su organización y métodos de trabajo, de manera que actúen como instituciones forjadoras de una ciudadanía activa, consciente, solidaria y responsable por su entorno; formadoras de profesionales, de investigadores y de técnicos dotados de una cultura científica y humanística, capaces de seguirse formando por sí mismos, y de utilizar sus conocimientos en proyectos transformadores.

Por su parte, las TIC poseen el potencial para que las universidades transiten hacia centros del saber, en la medida que se transformen en instrumentos para la innovación enmarcada en valores y creencias; haciendo de la educación superior un mecanismo de humanización (no un artículo de consumo dentro de la economía globalizada), al contribuir a la democratización del conocimiento y la generación de una sociedad más incluyente.

Vicerrectoría Académica
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